Diario de Valderrueda
Se vende cuenca minera...Ciñera de Gordón y parte de la montaña en píe de guerra
sábado, 30 de noviembre de 2024, 00:49
TODA UNA COMARCA MINERA EN VENTA

Se vende cuenca minera...Ciñera de Gordón y parte de la montaña en píe de guerra

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Surrealista como el cuadro de Remedios Varo que se vende entre el patrimonio de la Hullera Vasco Leonesa. El Tejido de los Sueños se subasta con todo lo acumulado en la historia de una empresa señera y una cuenca repleta aún de carbón.


Cielo abierto: 31 millones de euros. Mina de interior: 7,9 millones de euros. Lavadero: 6,4 millones de euros. Grupo Fábrica: 2 millones de euros. Concesiones: 24,1 millones de euros. Construcciones: 11,6 millones de euros. Terrenos y fincas: 2,7millones de euros. Vehículos, otras concesiones, obras de arte, maquinaria, subestaciones: 1,1 millones de euros. Clientes deudores y otros activos: 29,7 millones de euros. Empresas participadas: 5,4 millones de euros.


Total: 122 millones de euros. Es el precio de una cuenca minera. La que va desde Matallana hasta Ciñera, pasando por La Robla, Santa Lucía... Más de 2,5 millones de metros cuadrados dispersos en cuadrículas por la montaña central.


No hay ningún cartel de se vende, pero todo el mundo parece llevar la etiqueta colgando. «Venden todo», dice Ángel Lobato Rabanal, un minero jubilado que llegó hace 36 años desde El Bierzo. Pero, «¿quién lo compra?». Ni sus hijas ni él están dispuestos a pagar los 18.000 euros que piden por la vivienda en la que reside frente a la carretera de Asturias, en el Patronato..




Es como si les vendieran el alma. «Me duele mucho que subasten una casa como la mía. Si no estuviéramos aquí estarían perdidas», lamenta Ángela, una de las numerosas viudas que viven en las Casas Bajas de Ciñera. «¿Subastar la casa? ¿De qué? Hace días que no puedo dormir tranquila», comenta la anciana. «Lo tenemos negro», agrega.


La venta del patrimonio de la Vasco afecta a toda la cuenca minera y sobrepasa sus límites. Todo lo que la empresa levantó para explotar la mina y fijar la población en la comarca se diluye en un inventario de más de mil páginas.


La incredulidad y el miedo, el silencio y el escepticismo son la nota dominante en el ánimo de la población. «Nadie pensaba que esto iba a ocurrir, pero es lo normal en un proceso concursal», admite el alcalde de La Pola de Gordón, Juan Carlos Lorenzana. Desde que tomó posesión hace un año, asegura, «sólo he tenido malas noticias».


La venta del patrimonio de la Hullera Vasco Leonesa es la consecuencia directa de su liquidación para afrontar una deuda de menos de la mitad del valor de sus bienes, en torno a 51 millones de euros.


No por esperada, la noticia ha dejado de ser un mazazo más para los pocos habitantes que quedan en pueblos como Santa Lucía, que llegó a tener cerca de 2.000 residentes y ahora apenas reúne a 300 almas en invierno. «Da igual que lo vendan o no. Como no venga un chino a comprarlo...», comenta descreída una mujer en el bar del paseo de Salinas.


Hoy se cierra el plazo para presentar ofertas a la compra de la unidad productiva de interior. El 20 de julio para el resto de los bienes que la Hullera Vasco Leonesa acumuló a lo largo de más de un siglo de prosperidad en la cuenca. Se vende una empresa y todo un entramado de propiedades que fueron la savia social, económica y cultural de la montaña central.


No hay un cartel de se vende pero en Internet está todo en venta: los colegios de Santa Lucía y la escuela de formación profesional de La Robla, un referente en las especialidades de metal en Castilla y León; los antiguos economatos, hace mucho tiempo cerrados, el cine Emilia, que abrió en 1959 para que la gente tuviera acceso al ocio en tecnicolor a las puertas de la mina. La Hornaguera, mítico restaurante de Ciñera, y una de las pocas instalaciones aún vivas donde hace pocos días comían los efectivos de la UCO que entraron en las oficinas de la empresa en busca de papeles del IVA.


El mítico y recordado casino de Santa Lucía, cerrado temporalmente, el hospital, aún en uso, las Casas Bajas y el patronato de viviendas de Ciñera, las colominas de Reino de León en Santa Lucía, el chalé del director, los campos de fútbol, gimnasios, robledales. Se vende hasta el último tornillo y la última fotocopiadora de la empresa.


La subasta de bienes sobrepasa los límites de la cuenca minera. Hay cuatro flamantes pisos en León, en la calle Capitán Cortés, valorados entre 121.000 y 208.000 euros y obras de arte como la colección de dibujos de Ángel Ferrant que se exponen en el Patio Herreriano de Valladolid.


Se venden terrenos sobre los que hay construidos edificios públicos. Sobre el antiguo economato de Serrilla se levantó con fondos Miner el centro de interpretación de la naturaleza para alentar el turismo en la zona. Pero está sin acabar y no se ha llegado a abrir. El suelo, recuerdan los administradores concursales en el inventario, «es nuestro».


A su lado, una vivienda con el sello de la Sociedad Hullera Vasco Leonesa (SAHVL) que marca todas las instalaciones de la empresa como una seña de identidad. Y un poco atrás las cocheras de las fuscas, que en los últimos tiempos albergó la flota de autobuses Fenar.


«¿Quién va a querer comprar nada?», añade una de las seis amigas que cada mañana se dan cita en el bar del Paseo de Salinas de Santa Lucía. «El pueblo está envejecido y nos queda el médico y la farmacia de casualidad», agrega otra contertulia.


La gente lo sabe pero las paredes, el esqueleto del pueblo, se aferra al pasado y se niega a aceptar la realidad. «La mina no se cierra», dice una pintada en Santa Lucía de Gordón. Los carteles de los colegios Santa Lucía y Santa Bárbara siguen aferrados a la esquina de una casa en la entrada del pueblo. Como allí pervive, oxidado, el letrero de los ‘mártires’ de la Guerra Civil (los caídos en el frente nacional).


El pueblo, que fue el más rico de España porque tenía debajo las imponentes capas de carbón de la corta Pastora (quedan más de 6 millones de toneladas por explotar), está deshabitado y desconchado. Los patios escolares permanecen vacíos desde hace tres años. La mina sólo tiene humedad y el maldito grisú que tantas vidas se ha llevado. El recuerdo de los seis del pozo Emilio, el grave accidente ocurrido el 28 de octubre de 2013, permanece en la lámpara minera que ocupa la plaza central de Ciñera con seis velas y flores a su lado.


Las calles de las Casas Bajas llevan el nombre de todas las comunidades autónomas. Los pasos de peatones hablan con frases pintadas bajo sus rayas blancas. Pero el pueblo no quiere hablar. «Respetamos la ley, pero no permitiremos la injusticia de que vengan a especular con las viviendas del pueblo», asegura el alcalde. No le cabe duda de que la subasta va a tener un impacto negativo en el ya maltrecho padrón de habitantes.


«Van a lograr tumbar el pueblo», asegura un minero que vino de Ciudad Real con tres meses de vida y está dispuesto a marcharse si las condiciones no son aceptables. «Estas casas ni siquiera tenían enchufes y los cuartos de baño eran de esos de agacharse», recuerda. El pueblo bravo está callado, pero hay quien dice que si tiene que irse reventará la casa. La gente se ha organizado en una plataforma para defender los derechos que puedan tener.


«No nos han escrito una carta para decirnos que se vende. No sabemos nada», lamenta otra viuda. Los obreros de la Vasco pagaban un alquiler mientras estaban en activo, pero al prejubilarse la empresa dejaba de cobrarlo. Vendieron otras viviendas pero en las Casas Bajas se inició el proceso y luego se paró. Nadie sabe explicar por qué. Unos dicen que no tenían escrituras, otros que los terrenos pertenecen al pueblo y hay quien dice que fueron expropiados a precios irrisorios en los tiempos de la dictadura a vecinos de La Vid.


«Antes no podían y ahora sí pueden venderlas», comenta otra viuda indignada. No quiere que salga su casa en las fotos, ni tampoco ella, porque teme que alguien se encapriche con la vivienda y «me la levanten». «La tengo curiosa y es muy golosa. De la gente del pueblo no tenemos miedo porque nos queremos, pero de fuera... No entiendo por qué no nos la ofrecen directamente a nosotros», se queja.


«Mi madre lleva aquí 67 años y yo 53. Sería lógico que nos las vendieran por un precio razonable», apunta Carmina desde la ventana. Tampoco quiere retratos. «Lo que quiero es dinero para comprar la casa, que, si no, me sacan a la calle y mi madre tiene 92 años. Si voy a la calle, ¿quién se va a acordar de mí?», alega.


En el barrio de San Lorenzo de Matallana de Torío se venden varias casas, pero otras ya fueron vendidas por la empresa hace varios años. «Pagué 8.000 euros», asegura Otilia Barreiro, quien se mudó a esta barriada al casarse hace 47 años desde Pardavé de Torío. Por las mismas casas que la suya piden ahora 19.000 euros los administradores concursales. A Otilia le parece mucho pedir. No entiende lo que pasa con el sector. «Estas minas tienen mucho carbón», alega. «¿Con qué vamos a atizar la lumbre?», se pregunta. Y ella misma responde: «Yo compro el carbón y no sé de donde viene».


Casi todo ha perdido la funcionalidad desde que los trenes pasan cargados de carbón que se compra en el Musel de Gijón a 45 euros la tonelada, 20 euros menos que lo mínimo que cuesta producir una tonelada en León. Las cintas de carbón que cruzan La Robla por el aire están vacías y paradas y se venden desde el almacén de cemento a la planta trituradora.


La Robla y Santa Lucía son las dos localidades donde se concentra más patrimonio urbano e industrial, pero hay más de 2,5 millones de metros cuadrados de monte y bosque que salen a la venta en pequeñas parcelas, también suelo industrial en el polígono de La Pola de Gordón.


Es como una hecatombe. «Nunca creí que fracasara esta empresa. Cuando empezó la reconversión dije: La Vasco se salva», confiesa Pedro, un antiguo capataz de la mina que achaca el hundimiento de la Hullera a la gestión de la tercera generación y no al Gobierno. «Esta mina tenía que ser rentable», recalca.


Es el inquilino de la vivienda del jefe en el barrio de San Lorenzo de Matallana de Torío, que sale a la venta por 45.000 euros. «Si la venden me iré, tengo el piso en Eras de Renueva», contesta.


«Mira, ahí enfrente empezó el viejo», dice el hombre señalando hacia la montaña situada frente al barrio de San Lorenzo de Matallana de Torío. «En Bardaya» —precisa— «fue comprando cuadrícula a cuadrícula y se quedó con todo el valle». A finales del siglo XIX la puesta en marcha del ferrocarril abrió el camino a la explotación de las cuencas mineras de Ciñera, Santa Lucía, Vegacervera, Matallana, Orzonaga y la zona de Sabero. La Hullera Vasco Leonesa se crea en 1893 con capital fundamentalmente vasco.


El capataz habla, desde el otro lado de la verja de la casa del jefe, de los tiempos de posguerra, los años 40, cuando Emilio del Valle y Egocheaga se presentó al presidente del Instituto Nacional de Industria, Juan Antonio Suances, con una oferta de compra para la Hullera Vasco Leonesa. Es en 1942 cuando la familia del Valle, oriunda de Reinosa (Santander), se establece en la cuenca minera.


Durante 74 años crearon un entramado económico, social y cultural que garantizaba la explotación del carbón y un entramado social ordenado y jerarquizado. Para arraigar a la población se levantaron primero viviendas, luego se abrieron colegios, economatos y hospital de empresa. Y también se organizó el ocio. El casino, el cine, la Hornaguera... El equipo de fútbol de la Hullera Vasco Leonesa llegó a estar por delante de la Cultural y la Ponferradina, comenta un minero jubilado en Ciñera.


En 1965 se inauguró el centro de formación profesional y la mina escuela en La Robla, la primera pensada para preparar a futuros técnicos. «La escuela nunca fue gestionada por la empresa, primero se la encomendaron a los Salesianos y desde hace 15 años estamos nosotros», apunta la directora del centro de La Robla, Marisa Bajo. Miles de jóvenes se han formado en estas aulas y han desfilado por los pasillos de los que cuelgan obras de Vela Zanetti.


El pintor residió durante más de un año en La Robla para realizar los murales que decoran las instalaciones que tienen más vida que ninguna otra herencia de la otrora señera y ejemplar empresa minera. «La mina es mi ojo derecho y la escuela, el izquierdo». Antonio del Valle Menéndez, fallecido el pasado 29 de marzo, solía decir que «quería devolver a la montaña todo lo que saco de la montaña» cuando visitaba el centro Virgen del Buen Suceso de La Robla.


Ahora la ‘montaña’ está en venta. Toda una cuenca minera, desde Ciñera a Matallana de Torío, y viceversa, está en liquidación para pagar las deudas de la Sociedad Anónima Hullera Vasco Leonesa. El patrimonio acumulado en 123 años de existencia ha quedado valorado en 122.458.218,78 euros, aunque hay muchas cosas que no tienen precio, como el emblemático pozo Ibarra, un Bien de Interés Cultural que representa la singularidad de la arquitectura minera y es un emblema de la era industrial en León. Ningún otro pozo vertical de la provincia ha alcanzado la categoría monumental de estas instalaciones que se deterioran de día en día sin que se materialice el proyecto de su traslado a Ciñera. Todo estaba pensabo para que el terreno quedara libre para una de las escombreras del cielo abierto, el principal activo de la empresa, valorado en más de 31,2 millones de euros.


La vivienda y la enseñanza capitalizaron la labor social de la empresa. La Hullera promovió 600 viviendas en Ciñera, Santa Lucía y Matallana, Coladilla, Vegacervera y La Robla. La primera casa de socorro data de 1901 y se abrió en una antigua cantina en el camino a la mina en Ciñera.


La primera escuela de niñas se abrió en Santa Lucía en 1913 con el objetivo de dedicarla a la enseñanza de «las labores domésticas». Carmelitas y Maristas se gestionaron los colegios de Santa Lucía. Presumen de que la cuenca dio el mayor número de universitarios por habitante de toda la provincia gracias a esta labor social que se afianzó con la creación de la Fundación Laboral Emilio del Valle en 1963 que también impulsó la construcción de la ciudad residencial de Perlora para dar vacaciones de playa a los mineros.


Todo en la cuenca pasaba por el filtro de los planes que diseñaba la empresa. Desde el trabajo al ocio. En el cine Emilia llegaron a pagar 5.000 pesetas por proyectar Espartaco, cuando la media por película en los alos 60 era de 400 pesetas.


Controlaron desde la venta de comestibles a los préstamos que daban a los trabajadores para la compra de viviendas hasta 1992. «Es necesario crear un economato en Santa Lucía en el cual puedan evitar los abusos que pueden cometer los comerciantes con los obreros», señalaban en 1910. Nacían los primeros ‘supermecados’ de la provincia.


«La Hullera se acabó y mucho de lo que ahora venden lo pagaron las subvenciones a cambio de dejarnos en la estacada», sentencia un jubilado en el bar de Santa Lucía de Gordón.


Queda la Fundación Hullera Vasco Leonesa, el foco cultural y social de la empresa en sus últimos años que es titular del centro de FP de La Robla y de un riquísimo fondo documental en la Biblioteca Antonio del Valle, incluido el archivo personal de Carlos Arias Navarro, el último presidente del Gobierno de Franco, esposo de Emilia del Valle. La edición facsímil de la Biblia Mozárabe Visigótica, que se vende por 9.000 euros el ejemplar, todavía tiene demanda.


Fuente: diariodeleon.es , Ana Gaitero

Fotografía: Ciñera de Gordón


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