Se construyó en 1887 y en aquel momento las obras tuvieron un gran impacto, se llevaron a cabo expropiaciones y se realizaron explanaciones para cinco tramos de vía, todo ello con un coste estimado de 610.000 reales.
De esta forma el tranvía, mediante un sistema de planos inclinados automotores y tramos de vía, consiguió salvar un desnivel de más de 305 metros para bajar el carbón desde lo alto del Valle de San Juan hasta los lavaderos de carbón situados en la estación barruelana.
En sus comienzos, por sus vías circulaban convoyes con nueve vagones dirigidos por un conductor y empujados por tres mulas. Por aquel entonces, se movían a una velocidad de 15 kilómetros a la hora y transportaban 200.000 kilos durante 12 horas diarias de trabajo.
Pero en Barruelo no se conformaron y se encargaron dos locomotoras Couillet, máquinas de vapor llegadas desde Bélgica, que situaron a la cuenca minera entre las más avanzadas de Europa. Pesaban 3.000 kilos vacías y 3.800 con carga de agua y carbón, su fuerza alcanzaba los 9 caballos de vapor y eran capaces de subir 10 toneladas brutas por una rampa del 2%.
Costaron 9.000 pesetas cada una y redujeron el coste del transporte de carbón desde los 15 reales por tonelada, cuando se usaban caballerías, hasta los 1,2 reales, por lo que su coste se pagó en apenas un año.
Sin embargo, con la construcción del Pozo El Calero a principios del siglo XX, motivada por el decaimiento de las minas de montaña del Valle de San Juan, Ferrocarriles del Norte electrificó las explotaciones y los vagones pasaron a ser arrastrados por máquinas eléctricas (trolers). Por tanto, el antiguo tranvía se vio innecesario y fue perdiendo importancia hasta su final desmantelamiento.
Aun así, las locomotoras Couillet no quedaron aparcadas y era habitual verlas realizando labores de transporte por dentro del cerco industrial y, en años posteriores, subiendo los estériles del lavadero hasta el plano automotor, que los izaba a lo más alto de la escombrera del Porvenir, al pie de la Peña del Arco.
Por tanto, todavía son muchos barruelanos los que conservan en sus memorias de infancia el recuerdo de 'la maquinilla', apelativo cariñoso que se instauró en la localidad de la Montaña Palentina para referirse a ellas, e incluso algunos disfrutaron de furtivos paseos con la complicidad del maquinista.
Pero con el cierre de las minas, estas máquinas, al igual que los mineros, también se quedaron sin trabajo y se desperdigaron por la geografía española. Tres de las maquinillas reposan en Zaragoza después de ser compradas como chatarra, y una de ellas corrió mejor suerte: tras ser restaurada, se exhibe en el Museo del Ferrocarril de Madrid.
Fuente: Diario de Valderrueda
Fotografía: Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo de Santullán; Ayuntamiento de Barruelo de Santullán